Blue Box




Tras este poco sugerente nombre, al menos para mí, se abre un sex shop en una calle muy concurrida y transitada del centro de Barcelona.
Un contacto me comentó que el sex shop tenía una pequeña sala de cine donde proyectaban películas porno, si bien, el interés no estaba en la pantalla, sino en lo que ocurría en la sala.
Se trata de una pequeña sala con la pantalla principal, de unos 10 o 12 asientos, y dos salas posteriores, ambas con pantalla de video. Tiene también dos microcuartos, en las que cabe apenas una persona en cada uno de ellos, comunicadas ambos por un gloryhole.
Y allí me presenté un día, sin saber muy bien que iba a encontrar ni saber muy bien como actuar, ya que si bien no se publicita como gay, si aparece el local en diversos directorios gay.
Poca gente. Unos seis o siete, no más. De edad variada, eso sí. Heteros, bi, gays ? Ni idea. Esperé y observé.
Al cabo de un rato largo, uno de los más jóvenes, tal vez en la treintena se metió en uno de los micro-cuartos.
Bingo!. Ahora sólo faltaba si quería que se la mamaran o lo que quería era mamar.
Entré en el cuarto contiguo, y no tardó en aparecer una hermosa polla, de buen tamaño, buen gusto y rica textura aterciopelada. Las que más me gustan.
Pude disfrutarla unos cuantos minutos. Al poco, la retiró, se la escondió y salió tanto del cuarto como de la sala. Hetero con ataque de culpabilidad ? No sé.
Salí, paseé y vi que había entrado un tío nuevo. Estaba en una de las salas de video. Se sentó, comenzó a desabrocharse los botones superiores de la camisa, y a juguetear con los pezones.
Ummm... aquí huele a posible rollo, pensé.
No tardó en sacar una botellita de poppers, esnifar y hacerme un gesto con la cabeza para que me acercara.
Rollo y vicio seguro confirmado. Ahora solo queda saber de que palo va, sumiso o dominante.
A estas alturas de la tarde, casi, casi me daba igual. El tío era de constitución fuerte, robusto, cara vicio, y no me hubiera costado mucho caer a sus pies.
Pero al acercarme, fue el quien se puso a cuatro patas, a bajarme la bragueta, sacármela y comenzar a mamar. Dos tíos se acercaron a mirar.
Bueno, pues, a adaptarse toca. Se quitó la camisa, se bajo el pantalón y los calzoncillos del todo, y continuó mamando. Hice lo mismo..., pero sin mamar.
Mientras, le trabajaba los pezones, y algún que otro azote le iba al culo. Calentito, acabó ofreciéndomelo para que me lo follara, como así hice.
No mucho rato, ya que a mi me van (cuando me van, que no es siempre) los culos chiquitos y prietos, y este se salía de las dimensiones, a mi gusto, apetecibles.
Acabé echando una buena lechada en su cara. Los otros dos tíos seguían mirando, pero ninguno se añadió a la fiesta, ni quiso continuarla cuando yo acabé.
Y me fuí.
Apenas una semana más tarde volví. El mismo ritual. Observar y esperar. Misma cantidad de gente. De edad variada.
Y de la misma manera, al cabo de un rato, el más joven, alto y de buen ver, entró en una de las salitas.
Y al cabo de nada, también apareció una más larga polla que la de la semana anterior, rica y delgada.
Pero este también quería trabajarmela un poco, así que se la deje que disfrutara un poco.
Cuando volvió mi turno, se lo agradecí con una buena mamada y pajeo hasta que se corrió. Se limpió y se fué.
Al salir me tocó follarme a un casado hetero con cierto complejo gay confeso. Esta vez no hubo ni sumisión ni dominación, ni nada que se le pareciera. Aunque sí, otra vez, dos tíos mirando, sin apuntarse a la acción, jejeje...
En fin, cosas de la vida.

Comentarios

  1. Me ha puesto caliente imaginar la situación que has narrado. Lastima vivir lejos. Un abrazo.

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