Fin de temporada


Definitivamente, ya se puede decir que se ha acabado la temporada.
El frío, bueno, más bien el fresco se los ha llevado, pero de la misma manera volverán con los primeros calores de la primavera.
Empezarán a salir los primeros, los más atrevidos, aunque tímidamente tanteando sus posibilidades. Asomándose de nuevo al mundo.
Luego, bien aposentada la primavera, saldrán en tropel del largo letargo hivernal, y reinarán durante meses en playas y ciudades. Metro y autobuses.
Ainssss... mis queridos pies, que se llevan obsesivavemente mis, a veces, furtivas y otras descaradas miradas.
Tan cerca siempre de ver, y tan lejos siempre de lamer.
Y así es, siempre duro, sea por la larga abstinencia del invierno, privado de su visión, o por la larga exposición durante el verano, exhibidos sin vergüenza ni pudor algunos.
Siempre me ha resultado curioso que me es más fácil conseguir lamer una polla, que lamer unos ricos pies.
A lo primero se me ocurre un montón de sitios para ir, pero para lo otro... pufff.
Normalmente, podría decir que en el 99% de las ocasiones en que tengo un encuentro con alguien, sea ocasional casi siempre, o premeditado, casi nunca interviene la erótica del pie.
Dejo un muy generoso 1%, porque recuerdo algunas citas, contadas con los dedos de una mano, que imprevistamente hubo pies a lamer.
Y suerte aún tengo a mi Amo, que cuando me cita tengo sesión completa de pies, siempre que quiera o así lo disponga, claro. Pero hasta fecha de hoy, siempre que me he presentado ante Él, ha habido larga y sabrosa comida. Sabe que los adoro por partida doble. Primero por ser pies, y segundo por ser de Amo. O tal vez sea al contrario, primero porque cualquier parte del Amo es digna de adoración, y luego por ser sus excelsos pies.
Con ellos me domina, guía, pisa, juega, abofetea, aplasta o lo que se le ocurra. Yo, siempre bajo ellos. Mi lugar.

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