Cambio de rol (3ªParte)


A pesar de no hacerlo con entusiasmo, lo hacía.
Y eso era lo importante.
Yo aprovechaba esa pose para, a la vez de con una mano, acariciarle la cabeza y masajearle la nuca para transmitirle mi aprobación, con la otra le iba dando fuertes nalgadas en su saliente y dispuesto trasero, para estimularlo a hacerlo mejor y, de paso, calentarlo un poco más.
Cuando paró para seguir mamando, dijo de nuevo: deme su leche o méese encima mío.
Aunque sonaba educadamente también podía parecer que me estaba dando una orden. Algo fuera de lugar.
Varias veces, algunos Amos me han comentado que en muchas ocasiones se acaba haciendo lo que quiere y como lo quiere el sumiso. Bueno, es respetable pero no es mi modo de pensar.
Respetando los límites del sumiso, aunque el Amo pueda llegar mediante la persuasión a hacer que los supere, este puede hacer lo que le venga en gana.
Mira,- le dije - No tengo ganas de mear, que no de mearte. Si lo hubiera sabido, antes de venir me hubiera bebido una cerveza.
Esto era cierto, pero también pensaba que el lugar no era el apropiado.
Y si quieres mi leche te la tendrás que merecer,- continué.
Me separé de él hasta situarme en la zona del pasillo. Le hice una señal para que me siguiera y prosiguiera con la mamada.
Durante ese rato, por lo visto había entrado otro tío que se mantenía relativamente cerca sin perder detalle de lo ocurría.
- Ahora te das un paseíto hasta el fondo del local, evidentemente a cuatro patas, y vuelves,- le ordené.
Y así lo hizo, pasando de esa guisa por delante de nuestro espectador.
- Estoy muy, muy caliente. Por favor, deme su leche, dijo cuando volvió, y ahora más que una orden parecía una súplica.
- Otro día seré su putita y haré lo que me pida con quién Ud.me diga, añadió.
- Puta, sumiso y maricón, lo tienes todo,- le dije- más con intención de calentarlo que de ofenderlo. Por otra parte, no daba crédito a que esas palabras salieran de mí.
- Vienes a menudo ?, le pregunté.
- Una vez a la semana, pero sin día fijo, contestó.
- Pues el viernes que viene, a la misma hora, te quiero ver aquí. Entendido?.
Me contestó afirmativamente con un movimiento de cabeza.
Lo suyo habría sido contestar con un "Si, Señor", pero bueno...
- Muy bien, pero ahora, si quieres lo que quieres, continúa.
Estaba dispuesto a darle la leche. El perro se lo merecía. Yo ya sabía que iba a llegar tarde, pues la media hora había pasado largamente.
Y aún pasaría más de 10 largos minutos hasta que consiguió sacar el líquido blanco que le estalló en toda la cara y pringándole bien las gafas. Una más que abundante corrida, bien trabajada, bien ganada.
Se limpió, se vistió y se largó, sin muchas más palabras.
Hice lo mismo.
Llegué tarde.
Y al viernes siguiente, no vino.
No importa.
Mereció la pena.

Comentarios

  1. Uf, que pena que no sepa hacer de "Amo", me encantaría probar un buen perro sumiso.......estos relatos me están haciendo pensar en hacer cosas que no hubiera pensado, Mmmmm.

    Gracias por el tiempo que nos dedicas en escribir tus experiencias.

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    1. Gracias a tí por el tiempo que dedicas tu a leer y a comentar. Me gusta que mis posts sirvan para algo más que para calentarse un poco. Bastantes lectores me han hecho llegar su agradecimiento por darle la confianza o el coraje para dar sus primeros pasos, o contrastar experiencias o abrirse a experiencias nuevas.

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