El último día en el Arenas (1ª parte)



Sería más correcto decir los dos últimos días en el cine Arenas, ya que de manera muy poco habitual fueron dos días consecutivos que se me ocurrió ir. Fue el 27 y 28 de diciembre. Un rasgo en común de ambos fue que había más gente de lo que suele ser normal, y no muchas caras conocidas.
Dos días relativamente tranquilos y de poco mamoneo por mi parte. Tal vez por todo eso sea el porque lo veo como si ocurrido en el mismo día, con un descanso de unas horas para volver a la vida cotidiana.
El primero comenzó de manera suave, con una aproximación por detrás en el cuarto oscuro grande, unos toqueteos de trasero y unas manos que comenzaron a subir hasta mis pezones.
Me dió la vuelta y me ofreció los suyos para lamerlos. Al poco se desabrochaba la cremallera del pantalón y cogiéndome suavemente de la nuca me empujó hacia abajo para que procediera a mamar su polla que ya libremente se erguía fuera de toda presión.
Me parecía curioso que me manejara tan bien y comprendí al comenzar la mamada que era polla conocida. Conocida de hacía pocos días, claro. Polla que había disfrutado larga y tranquilamente. Tío que no recordaba su cara, pero sí la textura de su hombría. Tío que me dió las gracias cuando acabó de vaciarse y al que yo dije: "Gracias a tí".
Y ahí estaba de nuevo, arrodillado ante él, dándole placer con mi boca. Y pude disfrutar de nuevo, de la misma manera, hasta que terminó de igual modo, pero con gracias suplido por una palmadita en la mejilla y un guiño de ojo.
Fue gracioso. Él se acordó de mi cara (y obviamente del placer que le dí) y yo de su polla.
Una cosa que siempre me parece curiosa es que cuanto más gente hay en un local, más selectiva se vuelve la gente, por no decir, indecisa, estirada, cortada o mojigata. De todo habrá, seguro.
Y estando dando vueltas por ahí vi a un chaval, tal vez en sus veinte y pico, que iba vestido sólo con unos pantalones cortos de licra (o calzoncillos largos) y una camiseta de manga corta, también de licra. Caminaba más rápido que el resto de la gente, como buscando a alguien.
Suponía que debía de haberse cambiado en alguno de los lavabos, porque venir de esa guisa con el frío que hacía fuera del cine no me parecía muy viable.
Me acordé de algunos de los comentarios que vosotros, mis lectores, a veces me hacéis, que si se puede ir de una manera o de otra.
Y ahí tenía una muestra. La cosa quedó ahí... de momento.
Al poco rato, paseando por el cuarto oscuro grande lo veo venir hacia donde yo estaba, se para, mira a los tres o cuatro que estábamos en ese momento y se me arrodilla delante de mí.
No se me vió la cara de pasmado y sorpresa porque había poca luz, pero debió de ser todo un poema.
Ante tan rápida decisión por su parte, no fuí yo menos y me apresuré a darle lo que al parecer quería.
Dios ! Qué boca !!! En cuanto comenzó a mamar y me miró desde su posición a los ojos, recordé que ya lo había tenido ahí y haciendo lo mismo unas cuantas semanas antes. Una de esas escenas olvidadas y no relatadas que comentaba en un post.
Era una pura delicia. El perfecto mamón. Disfrutaba en toda su plenitud de mi polla tanto con ánimo de satisfacerse como de darme el máximo placer a mí.
Intercalaba mamadas profundas, con rápidas y breves, de diferentes presiones y juego de lengua, por toda la anatomía genital.
Así estuvimos diez o quince minutos hasta que en un momento se levantó y me dijo: Quieres follarme?. Tengo condones y crema.
No suelo follar, -le contesté-, pensando que al oirlo se daría la vuelta y marcharía.
Pero no fué así.
No importa, dijo. Se agachó de nuevo y siguió mamando.
Tal vez, tras otros 10 minutos más o menos, cansado de estar de rodillas, se incorporó y me dijo que se iba un rato a descansar.
Salió a la misma velocidad que entró. Un chaval de paso ligero, pensé.
Hice lo mismo y me fuí a desentumecer las piernas.
Me recorrí los diferentes espacios del cine hasta llegar a la sala del minicine.
Nos encontramos de nuevo, frente a frente, con más luz, y fue cruzarnos la mirada que de nuevo se dejó caer de rodillas para seguir haciendo lo que había estado haciendo apenas cinco minutos antes.
Hubo más mirones que antes, cosa que no me importa en absoluto, sea la que sea la tarea que esté yo haciendo, si mamando, siendo enculado o viceversa, si bien prefiero un poco más de penumbra y un poco de participación que sea el simplemente mirar. Pero bueno...
Siguió su trabajo con el mismo deleite que la anterior vez, intercalando con pausas en las que me miraba y sonreía...

(Continuará)

Comentarios

  1. Fui una vez al Arenas y no me gustó, pero leyendo tu relato creo que me acercaré otro día, me gustaría coincidir contigo para gozar de tí.

    ResponderEliminar
  2. Hay dias en que a mi tampoco me gusta. Supongo que depende del tipo de gente que te encuentres ese día, de su actitud y del "aura" que uno mismo despida ese día.
    Pues sí, a ver si un día coincidimos ;-)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares