El Instinto IV ( El psicópata - 2ª parte ).





No era tanto aquella estancia decorada con un típico mobiliario recibido en herencia, un tanto carca y claramente pasado de moda, sino que, por todos los rincones, paredes, estanterías y  mesas habían decenas de cuadros y fotografías enmarcadas, tanto en blanco y negro como en color, de todas las épocas del tío en cuestión, desde su más tierna infancia hasta la más cercana de sus celebraciones. Sólo o con alguien, en todas salía él.

Me recordó aquellas casas victorianas tan propias de las peliculas de terror, con las paredes llenas de retratos de antepasados a los cuales más siniestros.
Una asociación de ideas, sí, pero que me puso los pelillos de punta.
Y quedaba claro que marcaba una fuerte tendencia al narcisismo y egocentrismo.

Poco rato había pasado que me ví ya desnudo, semitumbado sobre el sofá que se hallaba en el centro del salón, esposado con las manos incómodamente atrás y con uno de sus calcetines sudados en mi boca, que me impedía emitir cualquier sonido.
Él, también desnudo se paseaba inquieto por la sala, fumando como un poseso y botella de whisky en mano.

No recuerdo especialemente si me retorcía los pezones con sadismo, o si recibía puntualmente recibía alguna hostia en la cara. Muy posiblemente, sí.
Por aquella época, yo ya había comenzado a experimentar en los límites del placer y el dolor, y a dar mis primeros pasos en aprender a erotizar este último, en un nivel contenido y mesurado. Nada extremo, para entendernos.
Tampoco recuerdo exactamente  de lo que hablaba, pero sí que me infundía inseguridad y miedo.
Un frase si recuerdo, que repitió en diferentes ocasiones, como una letanía, a la exigua distancia de un par de dedos de mi frente, siempre con los ojos profundamente clavados en mí.

Me encanta ver el miedo en tus ojos-, decía, con mirada penetrante y encendida, con algún que otro apunte sobre lo cachondo que eso le ponía y la descarga de adrenalina que sentía al verme sufrir.

Tenía yo el corazón a cien, y la respiración, dificultada por la boca tapada con aquel sucio calcetín, se mantenía entre bufidos nasales e imposibles resoplidos.

Sólo sentía un momento de alivio cuando en reiteradas ocasiones, me preguntaba: -Tienes sed ?, Quieres beber?,  a lo cual, tras mi asentimiento con la cabeza, sustituía el calcetín por el cuello de la botella de whisky, bebida que detestaba, pero al menos aliviaba sed, respiración y mal gusto de boca.

También aliviaba el dolor que me producían sus mordiscos.
Sí, así es. Ese era su principal entretenimiento.
Clavarme los dientes son fuerza y saña, siempre entre el cuello, hombro y antebrazo izquierdo, hasta hacerme gritar.
En medio de la noche, gritos ahogados en un calcetín sudado.

Que podía hacer?. Si aprovechaba el momento que tuviera la boca libre para gritar, tal vez me estampara la botella en la cara. Y huir en aquellas condiciones, desnudo, esposado y medio grogui por el alcohol, tampoco podía,
No quería pensar en que pasaría si el tío perdía el control, o si ya lo había perdido. Pero tampoco podía evitarlo. Imposible dejar de pensar, díficil de razonar.

Más tarde me ví tumbado en su cama. No sé si pasó mucho rato. Creo que no.
Pretendía follarme con un consolador de estos duro, rígidos de plástico, sin gracia alguna.
Sin gracia tanto el consolador, como él en su manera de intentarlo.
Afortunadamente fue en vano, pues la tensión me impedía totalmente relajar los músculos anales, a pesar del aturdimiento y cansancio.

En algún momento, me quitó el collar de perro que me tenía alrededor del cuello. No recordaba cuando me lo había puesto. Y descansamos.
No recuerdo si llegamos a dar una cabezada. Lo más seguro que sí, pues cuando marché, yo ya estaba bien, lucido y sereno.
Antes me dejó duchar, y me acompaño en su coche hasta dejarme en la entonces, aún aislada e inaugurada de hacía pocos años, estación de cercanías de Viladecans.

Al día siguiente, y como recuerdo de aquella madrugada de los Santos Inocentes, aparecieron sendos moratones a lo largo de la zona castigada, y un dolor que duró bastantes días.
Y aún suerte que se limitó solo a esa parte.

Era un psicópata?. Difícil decirlo a raíz únicamente de estos hechos.
No todos tienen tendencías asesinas, como estamos hartos de ver en infinidad de películas.
Están ahí, alrededor nuestro, y seguro que todos conocemos a uno, por lo menos. Lo peligroso de esto es que a veces no nos damos cuenta hasta que estamos totalmente atrapados.
Tal vez fuera un simple sádico, con alcohol en vena, que se aprovechó de un cachorrillo aprendiz de masoquista, también alterado de raciocinio por el mismo motivo.

Por fortuna, aquello no me traumátizó, pero si me puso en alerta para futuras ocasiones sexuales o no.
Y a algunos he reconocido.
El instinto estaba ahí, alertándome, sumando indicios cauta y silenciosamente, hasta ponerles nombre e identificarlos.

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Os dejo un par de enlaces

- ¿Como reconocer a un psicópata?.
-   Psicopatía (Wikipedia).



Comentarios

  1. O sea, ¿esposado y con un calcetín en la boca?
    ¡Ni de coña!
    Qué PÁNICO.

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  2. Pues le echaste un par de huevos aguantando todo aquello... Me alegro de que no te haya dejado traumatizado ni te impidiera futuras relaciones, pero telita... Yo me habría acojonado literalmente, entre otras cosas porque el rollo en cuestión me va en un nivel muy muy ligero, y al final habría tenido una reacción mucho más impulsiva que seguro que habría agravado las cosas. Psicópata no sé, pero sádico sí sería buena palabra... sólo espero que no haya hecho pasar malos momentos a nadie más.

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    1. Si a la tímidez la ahogas con alcohol y a la curiosidad le añades ocasión, el resultado puede ser cualquier cosa.
      Y quién es como es, siempre encuentra la ocasión para manifestarse.
      Para bien o para mal.

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  3. Fuiste valiente. Yo me hubiese acojonado e intentado huir. Repetirías una experiencia así? Besos.Y gracias por tus posts. son un tesoro y un placer leerlos.
    manel

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    1. Sin el factor miedo...
      Gracias a tí, por leer y comentar :-)

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  4. Acojonante.......ni loco hubiera ido, aunque siendo sincero, seguramente sí que hubiese ido ya que al principio, aunque dominante, no parecía tan chungo. Y verme desnudo y esposado, ahí sí que me hubiera cagao del todo.

    Espero que eso hubiera sido una lección para que vayas más atento a las señales que percibes.
    BCN1972.

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