Visitas al cine Arenas




A finales del pasado año tomé la decisión de dejar de ir al cine Arenas de manera habitual.
De pasar a un vez por semana, a hacerlo de manera ocasional.
Y en estos seis meses de lo que llevamos en curso del 2015, de hecho, sólo en dos ocasiones, en semanas consecutivas he vuelto.

Ambas fueron ya en Abril, después del calentón que pillé para Semana Santa y que a pesar de lo relatado en el post anterior, no había conseguido del todo rebajar la temperatura interna.

El tufillo del penetrante y dulzón ambientador me recibió desde fuera, metros antes de llegar, y unas ansiosas manos pajeadoras me esperaban dentro.

No me había acostumbrado todavía a la oscuridad, que unas solitarias manos en el vacío cuarto oscuro comenzaron a sobarme el paquete, bajar la cremallera del pantalón, sacarme el miembro y comenzar en extraña postura, desde atrás, con la mano y entre mis patas, una rápida y efectiva paja.

Me dejé ir y en cuestión de minutos me corrí.

- La mejor polla de la tarde,- me dijo cuando consiguió su objetivo: Escurrirla.
- Muy mal debía pintar el panorama para decirme eso,- pensé.

Una rápida vuelta por el cine me daba la respuesta.
Poco más de cuatro gatos.
Así no era difícil ser la polla estrella.

Apenas veinte minutos después de haber entrado y corrido, salía de nuevo por la puerta del cine.

No quería quedarme impregnado del olor ambiental ni perder el tiempo en busca de nada.

Volví a la semana siguiente, prácticamente sin habérmelo planteado.

Esta vez parecía esperarme un pakistaní.
Bueno, al menos de aspecto.
Me siguió nada más entrar al pequeño cuarto oscuro, me agarró por banda el trasero y anduvo sobándolo con auténtico frenesí un buen rato, me desabrochó los tejanos, bajó los pantalones, me arrambó contra la pared opuesta junto a la columna de manera que quedara yo en la sombra y espalda y posaderas iluminadas por la tenue luz llegaba.
Y allí, desde atrás, comenzó a pajearme hasta que encontrando a uno, le cedió el puesto.

Pero el nuevo no me producía ni gusto ni morbo, así que lo dejé.

Poco más tarde volvía.
Un tipo bajito comenzó a mamarme, después de comprobar que me dejaba hacer por él.
Apareció por allí el pajeador compulsivo que a falta de polla que tocar, ya que estaba siendo trabajada por el otro, me hizo inclinar sobre otro para mamársela a un tercero.
Unas expertas manos comenzaron a pezonear mis tetillas desde detrás mío.

Conocían el material.
Eran las manos de Jose.

Dejé de mamar al desconocido y presté mis atenciones a Jose y su compinche.

Las últimas veces que había coincidido con él venía acompañado de un amigo.
Tenían su estrategia para captar a sus "victimas".

Jose pilla al objetivo, lo tantea, magrea, calienta y pone a buen tono.
Su compi se pone a tiro, toca y acaba bajando a mamar, para pasar a mayores cuando uno bien dura la tiene, aproximar el culo para follárselo, cosa que puede ocurrir entre las sombras de alguno de los cuartos o en la intimidad de los lavabos.

Y en esta ocasión no cambiaron el guión.
Pero como su intención era que lo hiciera a pelo, me hice el remolón y acabé haciéndoles una doble mamada, para compensar.
Apuré y me corrí, pues el tiempo me apremiaba.

Mientras me limpiaba, comentaron:

- Te hemos visto antes con el moro (el paqui) y como te sobaba el culo.
- Estos te calientan y mientras estas distraído, te roban la cartera,- prosiguieron, mientras pensaba que bien me lo podrían haber dicho antes y evitar la situación y el riesgo.
- No os preocupéis- les contesté, siempre lo dejo todo en guardarropía,- como la experiencia me había enseñado muchos años atrás, pensé.
No depende de la raza, sino de las manos largas que, amparándose en la oscuridad y lascivia de los cuartos oscuros, proliferan.

Andaba tranquilo y confiado ya para recoger mis cosas e irme cuando me quedé blanco.

Me había desaparecido el tíquet de guardarropía !!!
¿Desaparecido?,¿Robado?, ¿Perdido?... Me daba igual.
El caso es que tal vez hubiera perdido el portátil, el móvil, la cartera, los dineros, la chaqueta, las llaves. Todo.

El terror desapareció cuando con voz trémula pedí la mochilla del nº26 y, sin mayor problema, me la dieron.
Ventaja, quiero pensar, de que si bien no interactúo mucho con los empleados, me conocen de sobra.


Comentarios

  1. Que de cosas te pasan en esta entrada, perro. Vaya susto lo del ticket y qué afortunado fuiste de que nadie lo hubiera cogido y robado tus cosas... En el cancaneo que yo practico también hay muchos descuideros, sobre todo en las épocas que más gente hay. Me da rabia decirlo, pero lo cierto es que por Alicante la mayoría de estos descuideros son magrebís...
    Con respecto a Jose, su compinche y la estrategia... es algo que ocurre con muuuucha frecuencia. El más apetecible calienta al objetivo y cuando comienza la faena, se une el segundo.
    Después de todo, no estuvo tan mal la vuelta a los Arenas, ¿no?

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    Respuestas
    1. Fueron dos visitas. En una solo ocurrió la paja, en la otra sí hubo más actividad, que se podría clasificar como un dia bueno, pero últimamente no era lo habitual.
      No fue una mala vuelta, no.
      Y sí. El susto fue de primer orden. Uno toma todas las precauciones, y ni aún así.

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