Varias pollas a mi disposición





(Continuación)

Con cabeza gacha, pensativo y rememorando la bonita escena que recién había tenido lugar en una de las jaulas del Men's bar, que tanto me recordaba a la de 20 años atrás, me dirigí hacia el bar Qüero.

No sabía bien que hora era, pero debía ser aún temprano.

Hacía tiempo que había cogido la costumbre de dejar el reloj en el hotel cuando salía por la noche, básicamente para no tener que estar pendiente de él, y concentrarme en disfrutar de cada momento, sin obsesionarme por cumplir con el recorrido de visitas previsto.

Seis tíos de golpe estaban pagando ya para irse, cuando entré en el local, y eso suponía 3/4 partes de lo que se veía, cosa que no auguraba nada bueno.

Me desvestí en taquilla quedándome sólo con los jockstrap rojos que me había comprado en la tienda boxer el día anterior, y las bambas.
Aparte del componente erótico de andar de esa guisa, tiene la ventaja obvia de estar fresquito y en caso de faena, estar prácticamente listo para la acción.

Tras pedirme una cerveza, subí a la zona de cruising, donde dí por conformidades mis peores sospechas. Allí no había nadie. Abajo, estaba todo lo que había. Tres tíos.

Bajé y opté por quedarme sentado en uno de los taburetes, observando al personal, incapaz de comenzar una conversación con nadie, y hasta que no pasó un buen rato, que se llenó el local un poco más, no volví a subir, aprovechando que tres tíos también lo hicieron.

Uno desapareció en el lavabo.
De los otros dos, un treintañero, lucía pantalones vaqueros y un hermoso pecho peludo al descubierto se situó al final de la sala, junto al video; y el tercero, cuarentañero, cerveza en mano, alto y más discreto si cabe que el otro, pues ni siquiera se había quitado la camisa, se quedó en medio del corto pasillo.

Al llegar a su lado, aunque su pose era rígida como un pasmarote, me miraba como con ganas de algo.
La típica situación en que uno, si quiere algo, tiene que dar un primer paso, porque del otro fijo no va a salir, y no porque no sienta mayor o menor deseo, sino porque está más 'aterrado' que yo en tomar esa iniciativa.
Su lenguaje corporal lo delataba.

Así que comencé a palparle directamente en paquete. Y se dejó, cosa que me dió pie a desabrocharle el pantalón, bajarle la bragueta, sacarle el cipote, para segundos más tarde iniciar una mamada.

No deja de ser curioso, y sorprendente, que soy incapaz de tomar la iniciativa de ponerme a hablar con alguien a la luz del bar, y apenas me cuesta bajarle la bragueta a un tío y ponerme a mamársela delante de cualquiera en las penumbras de la 'zona de juegos'.
Comparativamente, ya que algo si me cuesta, pero infinitamente menos.

El tío parecía que disfrutaba, o más bien diría se dejaba hacer, ya que aprovechó una breve pausa para recogérsela y marchar.
O no se lo hacía bien, que podría ser, o le daba apuro que se lo hiciera allí, que también podría.
El caso es que me dejó con la boca abierta.

Me incorporé y ví que el tío de pecho peludo estaba aún situado en el mismo sitio, bajo el video.
A este no me atrevía a entrarle. Me gustaba demasiado.
El típico machote, viril, de aspecto dominante, peludo, de edad perfecta, guapetón, cachas pero sin exagerar, al que de un susurro suyo cae uno rendido a sus pies.
Al menos en mi caso.

Si algo quería, tendría que hacerlo indirectamente.

Me acerqué y me senté en un pequeño taburete que había junto al sling, a apenas tres pasos de donde él estaba.
Podría parecer indiferencia, pero creo que quedaba clara mis intenciones.
De entre dos taburetes equidistantes a él, uno alto y uno bajo, elegí en bajo.
Mi ávida mirada iba alternando entre su cara y su paquete.
Y habiendo visto a buen seguro mi mamada al tipo alto, sólo le quedaba a él dar el siguiente paso.

Y lo dió, no sin antes titubear un rato.
Las dudas e indecisiones no son un patrimonio en exclusiva de unos pocos.
Todos las tenemos.

Así el mocetón se aproximó, palpándose el paquete y cuando vió mi no rechazo, se la sacó y me la ofreció para que se la comiera, mientras se sacaba una botellita de poppers y comenzó a inhalar.
No me ofreció, así que tampoco le pedí.

Disfruté en su sola compañía aquel momento hasta que aparecieron y se acercaron una parejita, tal vez simplemente amigos, que ya había visto entrar en el bar un rato antes, y que comenzaron a tontear con mi hombretón, cada uno a un lado.

Tontear, besuquear y toquetearse las respectivas pollas que tenían exhibiendo fuera de los pantalones.
Tres pollas a la altura de mi morro que no desperdicie, al menos, la oportunidad de probar.

La que tenía más cercana y por tanto más facilmente accesible era del tipo que se podría considerar pollón, pero no me acababa de convencer su sabor y textura.
La otra, un poco más complicado de llegar pues se interponía parcialmente mi machote, tenía una forma más bonita, de tamaño más adecuado para una rica mamada, y me resultaba más gustosa.

Pero fué la primera en abandonar el cuarteto.

Unos minutos después le siguió su amigo, y al instante mi tío peludete.
No me iba quedar allí sólo, de nuevo con la boca abierta, y les seguí.

Lo de sólo es un decir, pues simplemente se habían desplazado unos cuantos pasos, hasta el otro lado de la mampara que hacía de separadero.

Allí ya se estaban acabando de follar al primero de la parejita que nos abandonó. Su pareja recién llegada no tardó en correrse al ver la escena, y mi pecho lobo, al ver libre el culo del primero hizo un intento de follarle, que se quedó ahí, ya que el chaval iba a lo suyo, adecentándose y largando, al que le siguió su amigo.

A mi hombretón, ya borracho de popper, no se le endurecía lo suficiente para follar.
Ambos nos habíamos situado junto a dos tipos que también estaban follando.
No deja de ser curioso, que un ambiente temeroso y ensosado pasé al folleteo múltiple en cuestión de minutos.
Duraron apenas un par de minutos.
El follador se fue y el otro se quedó mirando lo poco que sucede; un recién llegado que intenta liarse con mi osito peluchin, al que ya sólo toqueteo su pecho con mis dedos, y con la otra mano, su ya flácida polla.

Otro se sitúa detrás de él... pero nada cuaja.
Todos nos vamos.

Tras vestirme y pagar, me dirigí al The Factory, que para gran sorpresa mía encontré cerrado.
No podía ser !. Ese día tenía que estar abierto!.

Dudé de ir al Querell, que tocaba la fiesta nudista, siempre de por sí interesante aunque uno no se coma un rosco.
La mente me lo pedía, pero el cuerpo no.
Me decía: quédate con el buen recuerdo de la primera parte de la noche, el amor en vertical del Men's.
Recuerda que con eso ya te dijiste que tenías bastante.

Y me hice caso.

Al llegar al hotel y mirar el reloj, me dí cuenta que realmente era tarde y el The Factory había cerrado a su hora.

A descansar, que mañana sería otro día.


Comentarios

  1. Me parece genial el punto de que no lleves el reloj. De esa forma yo creo que disfrutarás mas.

    Pues si te puedes dar por satisfecho con tantas poyas a la vez para ti, no es una cosa que pase todos los dias... lamentablemente jeje

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    1. Lo de no llevar reloj no es cosa menor. Te hace concentrarte más en el momento, en el aqui y ahora, en tu realidad presente, sin la angustia o espectación de lo que vendrá después , sin la prisa de estar en otro lado, pensando en algo que ni siquiera tal vez suceda.
      Esto también lo hacía cuando estuve sirviendo a mis dos Amos. Ellos sabían de mi escasez de tiempo, y de lo primero que hacía era desprenderme del reloj y confiar plenamente en su control por parte de ellos. Jamás me fallaron.
      Lo de las pollas, ciertamente, no es cosa de todos los dias, jajaja...

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    2. Si claro que si, y estar menos pendiente de la hora. Aunque entiendo que por tu situación tienes que estar pendiente. Por eso en momentos como este tienes que aprobechar.

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