La cabalgata de las Walkirias ( 1ª Parte )

-Llego bien, no ?, Preguntó un tanto nervioso en cuanto me vió.
-Si. Tranquilo, no te preocupes- le contesté, pensando que el que tenía que estar nervioso era yo.
-Yo apenas he llegado hace diez minutos. El tiempo suficiente de dar una vuelta para ver como está esto de gente.Además eres el maestro de ceremonia, y sin tí, no me atrevía a empezar-, le dije, esto último sonriendo.
-Has traido todo lo que querías?,- prosiguió.
Como respuesta le enseñé la pequeña bolsa con todo lo necesario: una docena de condones, un frasquito de crema lubricante, la botellita de poppers, una venda, el reproductor mp3 y la mini cámara de fotos digital.
Aquel día habiamos quedado en aquel local que, como particularidad, disponía de un sling situado en una de salas.

Potente y hermoso objeto erótico, pero casi siempre y por lo general, a mi ver, infrautilizado en los lugares donde me he encontrado con alguno.
Iba a cumplir una de mis fantasías: Ser usado y follado en un sling, públicamente por quién le apeteciera y se prestara a ello, pero sin saber quién, cediendo el control a un tercero y privado de los sentidos de la vista y oido.
Puede parecer rebuscado, pero era mi fantasía.
Y así me dispuse en lo que iba a ser mi lugar durante un buen rato.

Desnudo me subí al camastro, me tumbé colocando cada uno de los pies en los agarraderos de cuero apropiados, y así, ya totalmente patiabierto, me coloqué los auriculares, dispuse el poppers a mi derecha y el lubricante a la izquierda, así como los condones, bien repartidos a cada lado.

La cámara se la cedí a él para que hiciera las fotos que quisiera cuando le viniera en gana, con la única condición por mi parte que hubiera una por cada participante, se viera este de manera total o parcial.
Me coloqué la venda, asegurándome que no veía nada, activé el reproductor y comenzó la música.
Y allí estaba, en mi completa oscuridad y oyendo a Wagner.

Para ir calentando un poco más, con mi cabeza ladeada, me dió de mamar su polla, mientras con sus manos trabajaba presionando mis pezones alternativamente y ,de tanto en tanto, introducía uno, dos y hasta tres dedos en mi estrecho culo para dejarlo caliente, húmedo y bien lubricado para las embestidas que me esperaban.
Realmente yo no sabía si los otros tres iban a venir o no. Tenían conocimiento del encuentro, pero les había pedido que no me dijeran si vendrían  o no. Lo sabría a posteriori.
Como tampoco sabía si alguno de los desconocidos presentes en el local se apuntaría.
Y pasó un rato, no mucho pero imposible de concretar, cuando sentí unas nuevas manos que comenzaban a tocar la parte interna de los muslos, magreándolos y descendiendo lentamente hacia mis genitales.
Empezaba la fiesta...

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