De Romanos, Divinidades y desvaríos varios






Los ratos aburridos o, peor aún, las tardes aburridas no es algo demasiado infrecuente cuando uno sale solo a cazar o ser cazado por esos antros de lujuria y placer.
Aburrirse no quiere decir exclusivamente que uno no hace nada de nada. Como voltear, mirar, tontear sin provecho, o meterse en cabina o sling y nadie entrar, o estar en el cuarto oscuro vacío, o con poca gente participativa, o uno mismo no estar muy dispuesto o receptivo.
También podrían entrar en esa categoría de rato/tarde aburrida aquellas que, aunque algo ocurra, ni se recuerda al salir del lugar. Una decepcionante mamada, un quiero y no puedo con alguien, o como mucho, una olvidable y nada satisfactoria enculada.

Y aquella tarde en concreto, en algun día impreciso del último trimestre del 2019 hubo una de estas entre las que no ocurre nada y lo que sucede no merece casi ni el recuerdo.

Bueno, si sucedieron dos pequeñas sorpresas destacables en medio del aburrimiento de la tarde.

La primera de ellas es que me encontré a uno de los habituales del cine Arenas que desde que este cerró en octubre del 2015, no había vuelto a ver.

En un post de finales del 2013, ( Habituales del Arenas-2013 ), lo definía así.

Antonio, de edad imprecisa. Mayor, pero sin duda el mejor conservado y cuidado para la edad que tenga. Se mantiene duro y cachas, depilado, buen culo, buena polla. Sin embargo es el más pasivo de todos. Se contenta con que le mame los pezones y se los trabaje bien con la boca. Se corre así. Y a mí me encanta que así sea. También, rápidamente desaparece. Aparece brevemente al principio del post "Via Lactis (Como un vía crucis pero de 8 estaciones)". en la primera estación.

No había cambiado en nada, salvo que en vez de encontrármelo como me lo solía ocurrir en el cine, con la camisa abierta y los pantalones prestos a ser desabrochados, ahora sólo lucía alrededor de su cintura la típica toalla de las saunas.

Pero en mi imaginario lo seguía viendo como un distinguido y veterano general romano, con su prestancia y aplomo de nombre Antonio, que después de una dura jornada lidiando con en el campo de batalla y antes de retirarse a los aposentos de su villa y ser atendido por su esposa, hijas y esclavas, acudía a relajarse en uno de los antros de placer de ciudad... creo que se me está yendo la pelota.

Aunque el encuentro resultó una sorpresa, los años pasados no había modificado en nada su modo de actuar. Tal cual nos vimos, pasó lo que siempre pasaba, de la misma manera y con los mismos tiempos de ejecución. Todo muy previsible. Lo único que cambiaba era el escenario.

 Nos encontramos y reconocimos en el pasillo junto a la sala de cine de la sauna. Sin mediar palabra nos adentramos en el pequeño cuarto oscuro quedándonos en la penumbra y ahí comencé a acariciar tu musculoso y duro torso depilado, pero con su incipiente y rasposo vello. Palpé su siempre erguido miembro por encima del paño del cual le despojé a los pocos segundos.

Me agaché y mamé con auténtico deleite aquella bien recordada y deliciosa polla viril, mientras con los brazos en alto masajeaba sus duros pezones.
Como era de esperar, no tardó en correrse, entre breves espasmos.
Y sé fue, como antes, sin mediar palabra.
Tampoco era necesario. Nunca lo fue.

Poco después, estando la sauna casi vacía, no había habido mucha concurrencia en toda la tarde, se produjo la segunda sorpresa de aquella aburrida tarde.
En medio de la sala egipcia, con cierto aire de perdido, una aparición cuasi divina,. El que podría haber sido el más hermoso ejemplar de macho que me haya encontrado jamás en una sauna.
Era perfecto, en todos los aspectos (físicos obviamente) pero no voy a definirlo para que cada uno se imagine el suyo propio.

Pensé que el rechazo iba a ser instantáneo si me acercaba, y cuando tengo esos pensamientos, casi nunca doy el siguiente paso.
Pero en aquella ocasión lo hice. De perdidos al río.

Me acerqué desde mi posición en aquel momento junto a una de las cabinas y le acaricié la hermosa pechera. Se dejó.
Con un ademán de cabeza indicó que fuéramos hacia la cabina de donde venía.
Pasamos dentro y cerró la puerta.
Se quitó el paño dejando ver su perfecta polla. Me agaché tal cual hice con Antonio y apenas había comenzado a saborear el delicioso manjar que se retrajo para correrse y dejar perder su lechada en el suelo.

Dicen que lo bueno, si breve, doblemente bueno.
Pero ¿Que se dice si ni siquiera se alcanza la categoria de breve?. ¿Fantástico?. Un poco absurdo, no?

Me quedé así, arrodillado y aún boquiabierto cuando se limpiaba y salía de la cabina.

 - Como debía estar de caliente el personaje como para correrse casi sin tocarle. Y no parecía en absoluto que lo estuviera. Tal vez fuera un heterocurioso que ante la expectativa real de ser mamado por otro tío se desbordara y no pudo contenerse. O yo era el hombre de sus sueños y se emocionó sobremanera. O padecía de eyaculación precoz o... vete a saber. 

Vuelvo a desvariar.

(Noviembre 2019)





Comentarios

  1. Me gustó mucho esta entrada. Si hay algo muy común en las putiexperiencias son, precisamente, la cantidad de horas muertas que uno invierte en el puteo. No es solo entrar a un local, sacarse la polla y pasarla bomba. Hay mucho de espera, aburrimiento y, a veces, de decepción, en el sentido de que no pasa nada de nada.

    Aquí por lo menos hubo toqueteo y tal.

    ¡Qué bueno leerte!

    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Que no pase nada, por nada que sea, ya es algo.
      Gracias por leer y comentar ;-)

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