De pollas a polla... y mamo porque me toca.

 



(Continuación...)

Ciertamente la tardes apenas había comenzado.

Un doble mamada en una cabina con glory hole ya había sido más que el par de veces anteriores que había ido a la sauna.
No hacía más de media hora que había llegado y quería, ya que el ambiente parecía ser propicio y caliente como ya estaba, rentabilizar el dinero de la entrada.

Así que, tras recoger mi bolsita de útiles que había dejado sobre el taburete; a saber, condones y lubricante, salí de la cabina. Por el pasillo, con la toalla en la mano, camino de algún que otro rincón lujurioso me la fui acomodando alrededor de la cintura dejando por unos segundos mi culete a la vista de todos los que por allí iba dejando atrás.

Mis pasos se dirigieron hacia la zona más penumbrosa y oscura de la sauna.
Una pequeña sala al final del pasillo, separada del resto por unos barrotes a modo de celda y un cepo de tortura que solo de verlo me disparaba la imaginación.

No era la primera vez que me encontraba con uno. Aparte de este de la sauna Apolo Cabaret recordaba el del Bears Bar de Benidorm, aunque este último estaba en lugar menos discreto como puede ser junto a la pista de baile de la zona del bar.
Nunca me había atrevido a ponerme y usarlo, o más bien a ser usado, pues inclinado y con la cabeza y manos apresados por las tablas de madera poco más se puede hacer.
Y no sería por falta de ganas, pero lo que más me apuraba para no ponerme en situación siempre ha sido pensar en el golpeteo de la nuca contra la madera en pleno folleteo o mamoneo.

Y esta vez no iba a ser diferente.
Me paseé por delante. Me paseé por detrás. Recorría su superficie con mis manos, pero no me atrevía a levantar el cepo y ponerme tan expuesto.
Si bien apenas habían un par de personas en aquel momento en la sala.
Solo me atreví "dejar caer" la toalla , taparme solo la polla y pasearme con el culete al aire.
Nada pasó, más que algún disimulado roce.

Salí para dirigirme esta vez a otra pequeña sala de interés.
Unas pocas escaleras, no sabría decir si dos, tres o cuatro daban acceso, desde el oscuro pasillo, a sin duda la zona más oscura de la sauna, y esta vez se sentía llena de tíos.

Vendría a ser el típico cuarto-pasillo oscuro, no demasiado grande, en el que no se ve ni un pijo, lleno de cuerpos en pie toqueteándose porque a la que haya un poco de saturación cualquier acción, entiéndase agacharse a mamar o inclinarse para ser follado resulta extremadamente incómodo.
Y así tal cual estaba en esos momentos.
Con dificultad incluso para simplemente cruzar la zona.
De aquí fijo que salgo con Covid, pensé. Cosa que, ya antes de comenzar la putisemana, tenía prácticamente asumido.
Sin restricciones y la gente ya sin mascarillas en los locales cerrados era lo más lógico de pensar.
Si añadimos que aquel rincón estaba a rebosar de gente y la ventilación era mínima, había mucha probabilidad que sucediera.

Pero neuras aparte, lo verdaderamente interesante de la sala es que una de las paredes no era más que un tablón de madera que separa la sala del pasillo, del que queda un poco elevado, para que, desde el mismo, y gracias a unos fantásticos glory holes, se pueda mamar los hermosos cipotes que se asomen.

Cuando conseguí atravesar la sala y volver al pasillo, una buena polla se asomaba por uno de esos agujeros de la gloria esperando ser mamada.

Y uno no es de piedra, y aún tenía el regustillo de la anterior mamada.
Así que me amorré a ella como es debido.
No hacerlo hubiera sido pecado, jeje...

Dejé medio caer de nuevo la toalla dejando, de nuevo, el culo al aire para atraer a algún posible manoseador o empotrado, pero lo que atraje fue a otro mamador que, conmigo, se puso a degustar de la misma polla.

Estuvimos un ratillo dale que te pego, pero al poco les dejé sin mala conciencia.
Ambos estaban siendo bien servidos.

No me molesté en acomodarme la toalla en la cintura y anduve de esa guisa hasta la salita del cepo.

En ese poco rato había aumentado considerablemente la concurrencia.
No me extrañó, ya que es algo que suele pasar en los locales con diferentes rincones.
En un minuto puede pasar de vacío a estar muy concurrido, o viceversa.

Y el morbo había aumentado proporcionalmente.
Los roces ya no eran tan disimulados, sino más bien explícitos, hasta el punto de alguno convertirse en un buen magreo.

La temperatura había subido considerablemente, y en pleno toqueteo, me di la vuelta y me incliné ligeramente hacia delante ...

(Continuará)

Julio 2022




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