Una experiencia en el Sex shop Cupido - Gutiérrez y los tipos variopintos
Había decidido que no saldría ni la noche del sábado, ni la del domingo.
Al poco de entrar y cuando apenas había comprobado que por allí rondaban una docena de tíos, al pasar por un pasillo entre algunos de ellos que no estaban haciendo nada pero se mantenían indecisos para iniciar alguna acción, uno de los tipos rozó suavemente uno de mis pezones al tiempo que acarició mi peludo pecho.
Cabe decir que ya a tan temprana hora me había despojado de la camiseta la cual llevaba colgando del pantalón.
Me detuve un instante para sentir esa sensación y ver quién me estaba acariciando.
Una cadenita dorada y una camiseta a cuadros es lo único que sale en claro. La vista aún no se me había acostumbrado a la poca, aunque a la que te acostumbras suficiente, luz del local.
Pero lo dejé ahí y seguí mi putivuelta.
Y así seguí durante la siguiente hora, volteando, observando el personal y todo el rato indeciso con si liarme con alguien o no.
No fue hasta que en el mismo lugar, en el mismo cruce de pasillo que el tipo de la cadenita dorada volvió a tomar la iniciativa de acariciarme el pecho.
Su aspecto no me invitaba en tanto que se le veía siempre muy serio y distante, en un rictus forzado y contenido. Un tanto rancio, con su camisa a cuadros de tela fina medio abierta hasta medio pecho y su medalla con la pequeña imagen de un Cristo parecía sacado de una película de la España de los años setenta-ochenta.
Aunque su aparente edad contribuía a ello, tal vez estaría por la sesentena ,su porte rígido, un poco más alto que yo, su cuerpo tonificado, con sus curvas bien definidas pero sin llegar a ser carne de gimnasio decían lo contrario. O, al menos, si los tenía, los llevaba bien colocados... los años.
También me recordaba a alguien, pero no sabía a quién.
Procedí de la misma manera, acariciando su terso pecho, de suave y agradable tacto, carente de todo vello, y chupando sus firmes y discretos pezones.
Mientras que una palpación a su incipiente erección me daba señal de una interesante, pero no exagerada herramienta.
Mayormente se dejaba hacer, si bien también me metía mano en el paquete y besuqueaba mi cuello cuando lo tenía al alcance de su boca, que me excitaba sobremanera cuando recibía su cálido aliento en mi nuca.
Descubrí que tenía un bonita y sabrosa polla cuando bajé a mamársela. Perfecta en tamaño para follar, pero por el proceder su dueño parecía que para nada iba a ser esa su actitud.
Le pedí para inhalar un poco. Me pareció muy flojo o, tal vez, estuviera un poco pasado.
El subidón esperado apenas quedó en subidita y de rápido descenso.
Un poco frustrante, en principio, pero mejor porque así no le volvería a pedir y me evitaba un posible posterior dolor de cabeza.
En medio de la larga mamada, una inoportuna llamada de teléfono le hizo vibrar el móvil, encendiéndose la pantalla e iluminando con su luz al par de mirones que teníamos junto a nosotros, cosa que ya sabíamos y notábamos, si bien estos sólo estaban en actitud de voyeurs.
Por un momento, tras mirar el emisor de la llamada se lo volvió a guardar en el bolsillo del pantalón, y seguimos con lo nuestro.
Pero al poco rato pidió parar un rato porque tenía que atender la llamada.
- Seguimos luego, vale?- dijo, un poco contrariado.
Parecía sentarle mal tener que parar para contestar. Posiblemente sería su mujer para preguntarle donde estaba o cuando iba a volver. Esto, claro está, era pura conjetura mía.
Me quedé allí mientras él se dirigía hacia la puerta de salida del local.
- Este no vuelve - pensé.
Allí, en el mismo rincón nos volvimos a encontrar y continué con la mamada.
No sé si por la emoción pero el poppers que me ofreció esta vez sin pedir me pareció mucho más fuerte que el de antes.
Apuré la mamada y el tío se acabó corriendo sin darme tiempo a decirle que me echara la corrida encima.
Igual le había dicho a su mujer que ya estaba de regreso.
Habrían sido una docena, más o menos, unos sin nada destacable que mencionar y otros bastante variopintos.
O dos tipos con pinta de empotradores pero que solo, por lo que estuve viendo, se dejaban mamar. U otro tipo macho y fortote, con piercing en orejas y tatuajes varios que acabó paseándose desnudo por el local.
Quién en un principio más me llamó la atención, sin embargo fue un tipo con sombrero tirolés, o que se le asemejaba mucho. Pensé que debía ser un señuelo para identificarse con tal alguien con quien habría quedado. Por especular que no quede.
La nacionalidad y edad del joven la supe cuando mantenía una breve conversación preliminar con un tipo del país, producto nacional de 75 años que, en la cabina contigua a la mía que disponía de colchoneta para tumbarse, se preparaban para follar.
Yo me corrí viendo las imágenes (fotos de cabecera del post) de una peli porno que en ese momento veía por la pantalla de video, mientras recordaba la recién mamada con... Gutiérrez !.
Ese fue el nombre que me vino de repente a la memoria.
( Continuará )
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