Tres polvos: Uno anónimo, uno digital y uno all'italiana.




No me lo podía creer.
A menos de 24 hora para mi planeada visita de mediodía a la sauna, me sale una pupa en el labio.
Bueno, a mediodía me refiero al momento del día, no a la duración de la visita, y la pupa era un incipiente herpes labial que, finalmente no llegó a salir del todo, pero que me condicionó las expectativas en cuanto que excluí preventivamente besos y mamadas.

Besos aún puedo pasar sin ellos en los encuentros casuales de mis salidas, pero mamadas se me hacen más difícil evitarlas en cuanto que me gustan... ¿demasiado?.

Suerte que estaba en una fase bastante anal y seguro de superar mis autoimpuestas limitaciones.

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En la primera putivuelta, la de reconocimiento del ambiente, pude comprobar que había lo que se podría considerar normal por la hora y día que era, lunes entre las 18:15 y las 19:45 horas.

Todavía no me había acostumbrado a la luz ambiental cuando en la zona del cuarto oscuro del fondo de la sauna, por aquel entonces conocido como Big Sex Room, como una pantallita anunciaba, note en una de mis primeras incursiones como un tipo, en menos tiempo de lo que llevo de párrafo, me palpo el culo, me toco el ano, me inclino y me folló allí en medio del cuarto. Pim, pam !
Hubiera deseado algún apoyadero donde sujetarme, pero paredes, sofá y cama central no estaban al alcance de mis brazos.
De polla normal, ni grande ni pequeña, ni rariforme, el polvo del anónimo no pasará a los anales de la historia de los grandes e inolvidables polvos. Simplemente estuvo bien, breve, pero de los que dejan el culete a gusto y al punto para desear más

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Pero en esas había perdido la oportunidad de usar el sling.
Durante el primer putigarbeo la cabina estaba vacía, pero ahora se encontraba cerrada y deducía que ocupada por los gemidos que se sentían.
Así que tuve que esperar, no en la puerta, sino volteando un rato más por la sauna.

Cuando pude entrar e instalarme, al muy poco rato entró un tipo guapete, de edad incierta entre los treinta y la cuarentena, calvo con pelo en pecho.
Muy directo en meter un dedo en mi culo, sin más lubricante que el que tenía ya puesto. No era suficiente, porque con la brusquedad me molestó un poco.

El tipo rápidamente se animó con otro dedo. Aprovechando en momento que cierra la puerta le indico  el dispensador de lubricante para que lo use. ( En aquellos había dispensadores en todas las cabinas. Hoy en día están vacíos por abusos del personal que, según me contaron, el abuso no era tanto por uso, que sería lo propio, sino porque algunos se rellenaban su botellita vacía y se lo llevaban de la sauna ). 

El folleteo digital cambió. Un dedo ya no me molestaba y dos tampoco.
Con tres, comenzaba a sentir los límites de mi esfinter.

Con el culete bien abierto decidió pasar al 'polleteo'.
Cogió uno de los condones que había yo previamente dispuesto en el taburete de metacrilato, pero le daba ciertos problemas al enfundárselo por que no conseguía la dureza de polla adecuada.
No obstante, con dedicación, lo consiguió y comenzó un folleteo de baja intensidad.
La metía, la sacaba pero sin brusquedades y siempre intentando controlar la rigidez del miembro para el correcto éxito de la misión.

Cuando no lo conseguía rozaba su morcillona polla entre mis huevos y mi polla. A ratos extendía mi mano para juguetear con ella a ver si se animaba.

En esas estábamos cuando se abrió la puerta apenas unos segundos.
El tiempo para asomarse un tipo que miró, dudó y optó por irse dejando la puerta entornada, cosa que pareció dejar un poco turbado a mi follador y que aprovechó para marchar.

Me quedé unos segundos solo pues, apenas salió, por la puerta entreabierta se asomó de nuevo un tipo. No sé si fue el de antes. No le había visto con detalle.

El aspecto de este no me hizo mucha gracia en un principio.
De estatura 1.70 aproximadamente, cincuentón, con gafas, fino bigotillo, barriga no exagerada y poco pelo en el cuerpo.
Hasta ahí todo más o menos normal. Pero ese fino bigotillo...
 
No sé porque pensé en que no conseguiría la consistencia adecuada para ponerse el condón y follarme adecuadamente.

Pero ahí estaba yo, patiabierto sobre el sling e indefenso.
Y caliente como me había dejado el anterior follador, ahora no era cuestión de ponerse exquisito.

Se enfundó sin problemas el preservativo, prueba superada, pero no empezó con mucho entusiasmo.
Esto no es una mala crítica, más bien al contrario.
Me gusta que comiencen suave y lentamente y, poco a poco, ganar en intensidad, ritmo y profundidad.

Y este pareció leerme los pensamientos pues, despacito llegó hasta la campanilla, donde se quedó parado un rato y luego ya comenzó a arremeter con un mete-saca de envites y ritmos variados
Todo un encanto de follador.

Poco a poco fue perdiendo la seriedad del rostro y comenzó a esbozar una sonrisa. 
Disfrutaba. Eso era lo importante.

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Cuando le dije que ya no aguantaba  más y me iba a correr, en su asentimiento le noté un acento extranjero.
Era italiano como me confirmó una vez ya habíamos acabado y nos despedíamos.
Hambriento, tal vez del polvo, quería cenar un poco antes de coger el vuelo a Italia, de donde regresaría en un par de meses, según me dijo.

- A ver si coincidimos otro día - me comentó.
Suelo venir a la sauna cuando estoy en la ciudad.

No recuerdo su nombre, pero para mi es Gianfranco.

Aquella tarde regresé más que feliz y contento.
No siempre las escapadas  suelen ser tan provechosas.   

( 25 de noviembre 2019 )




 

Comentarios

  1. Gracias por tu historia. Yo he tenido buenas experiencias con italianos cuando no están en Italia. Y, en Italia, me he llevado grandes decepciones con las pollas italianas en Italia. Ahora que lo pienso, no he escrito sobre ello, pero espero hacerlo pronto.

    Un abrazo, chaval!

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    1. Nadie es profeta en su tierra. O eso dicen... A ver que nos cuentas cuando escribas sobre ello.

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