Sauna a medio aliento ( Primera parte)

 


La tarde se presentaba casi como las de antes de la pandemia.
Podía estar entre una hora y hora y media, como antes, y el local se veía bastante lleno.

La principal diferencia era que aún todo el mundo llevaba mascarilla.
La mayoría llevaba la quirúrgia. El resto, muy pocos, una de tela. 
Nadie llevaba la FFP2 que es la que llevaba yo en el bolsillo del abrigo. Que ahí se quedó y me puse la de todo el mundo, más cómoda pero menos segura, pero ya para aquel tiempo, con bastantes menos restricciones y alguna vacuna de por medio, la gente ya iba un poco más relajada.

Tras las mascarillas, me alegré de ver alguna cara conocida. Perraco, el inglés del popper y alguno de más pero sin historias comunes.  

Aunque iba a lo que iba, no sabía muy bien por donde empezar.
Tanta gente me ponía un poco nervioso. Una secuela de la pandemia.

Las dos últimas veces que había ido a la sauna, al ser una hora entre mediodía y primera hora de la tarde, había menos gente. Para una vuelta a la rutina de frecuentar la sauna estaba bien. 
Con un poco más de gente, ya no estaba tan seguro.

El sling, como en mis últimas visitas seguía desaparecido. Su ausencia, para mí, lo fuera a usar o no, restaba morbo.

Y los dispensadores de lubricante que había en cada cabina habían desaparecido. Bueno, quedaban dos, pero vacíos. Esto restaba comodidad.

No fue hasta mi primera inmersión en la Sweet Room, nuevo nombre de la antes conocida como Big Sex Room ( Ahora sin nombre preciso o como mucho el genérico Dark Room o cuarto oscuro ), que un tipo de polla tamaño estándar ligeramente en pico comenzó a follarme después de un breve acerca-
miento y el subsiguiente tocamiento.

Comenzó a aumentar el morbo cuando un tipo se me puso delante ofreciéndome su polla. Esto, cuando ocurre, pocas veces digo que no pues siempre me pone bastante más cachondo ser usado por dos tíos a la vez.

La polla no era especialmente sabrosa, pero como digo, el hecho daba morbo a la situación.

Algo se dicen entre ellos, pero la música que suena no me deja oir lo que comentan.

Un tercero se unió al poco. Este me acariciaba el lomo, igual a la espera que el follador o al tipo que se la estaba mamando se cansaran y se turnaran... o se fuesen para ocupar el lugar.

Aunque votaba por la primera opción, ganó la una que no tenía prevista.

El acariciador del lomo y mi amamantador se fueron, dejándome a solas con el empotrador

Una vez solos, este se inclinó hacia mí y pude escuchar algo que me inquietaba.
No eran precisamente lo que se podía esperar, jadeos, sino una respiración que tras la mascarilla sonaba como contenida, como si le faltara el aire. Como medios alientos. 
Tal vez era lo normal en él, pero a mi me daba muy mal rollo.
Me sentí agobiado y opté por dejarlo.

Me fui para la ducha.

Tras varias putivueltas tipo peonza acabé de nuevo en la Sweet Room.
A veces, reincidir en un lugar, tiene premio.

¿Sería ésta una de ellas?

(Continuará).




Comentarios

  1. ¡Ah, estas historias de la era pandémica! Y, en efecto, a veces uno se encuentra con pollas que no son trascendentales y que, al cabo de unos minutos, uno las olvidará. Pero si hay morbo de por medio, el recuerdo reconstruye todo como una experiencia única y maravillosa. Ahora sí "ensamblé" en mi mente con la parte 2 de la historia.

    Gracias por compartir.

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    Respuestas
    1. Y es cierto . El otro día, en la putisemana de este año, llevaba la cuenta de siete rabos tastados con mayor o menor placer, pero cuando salí del local, solo recordaba cinco, jajaja... O cuento mal o me falla la memoria, jaja .

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