De corridas express...




Finales de diciembre. Mediodía entre semana.

Tocaba probar suerte en la sauna Condal.
Poca gente, cosa que en parte me sorprendió porque es el día del cliente, pero por otra, siendo los días que eran y la hora, era como bastante de esperar.

Rato de vagabundeo y miradas furtivas.

Roce y toqueteo en el playing room del último piso, con un tipo con bigote, buen macho de aspecto hetero, que parecía que no acaba de cuajar.
Aparentemente, pues fue dejar el escenario de los toqueteos para enseguida percatarme que me seguía.

Podía haber sido simple casualidad, cierto, de no ser que intencionadamente me metí en el cuarto oscuro del piso inferior al cual me siguió.
Entré hasta el final, en la zona más oscura, y ahí el mocetón, fuera de miradas propias y ajenas, pareció que perdia la timidez, que yo había confundido con desinterés.
Tras un breve pezoneo que le encantó, me agaché para, por fin, catar aquella buena tranca que pocos instantes antes había percibido en la otra sala.
Mamé, y mientras el tipo esnifó de su botellita de poppers, yo no, pues no me apetecía, en unos segundos se escurrió hasta secarse, entre profundos y sonoros gemidos.

Mientras esto ocurría, en aquel rincón estrecho, junto a nosotros habían otros dos tipos que, a la par que uno quería meterse en medio con el claro propósito de recibir mis atenciones bucales, el otro se limitaba a toquetearme nalgas, espalda y cabeza, lo cual ayudaba a aumentar mi grado de excitación.

Y fue cuando el tío hetero bigotes se fue bien escurrido, y dejarme con el ansía de un niño al cual le quitan de la boca el caramelo a medio chupar, que el que buscaba protagonismo al querer meterse en medio, quedó en primer plano.

Mi  boca, a centrímetros de su polla.

Distancia que se presentaba como infinita, pues sin un cipote grande, ni largo, ni gordo resultaba casi inaccesible, pues toda el estaba rodeado de su mano que con fruición y esmero se dedicaba a la labor de pajaerse intensamente.
Apenas me dejaba amorrarme como era debido.
No obstante, algún lengüetazo conseguía llegar a la punta del capullo.

Pero en un tiempo breve, más breve que con la anterior polla, me advirtió:
- Cuidado, cuidado !, Que me corro !.
Todo un detalle por avisar, y realmente tuvo razón en lo de "cuidado", pues si llega a gustarme el hecho de que se me corrieran en la boca, el tio me hubiera ahogado, de la tremenda, tremendisima corrida que echó, afortunadamente, sobre mi pierna.

Un caso en que el tamaño del pene fue inversamente proporcional a la corrida.

- Podrías haber avisado también de tal abundancia y te podrías haber corrido en mi pecho,- le dijé, tanto en tono de queja como de satisfacción.

Lo que quedaba claro es que no podía quedarme allí tan pringado.
Me fui a la ducha con la pierna chorreando y tapándome apenas las vergüenzas, para no moja demasiado el paño ni la toalla, que servirían más tarde para secarme .

Pero el mediodía aún no había acabado...

(Continuará)



Comentarios

  1. Como me he reido con la relación tamaño pene / cantidad lefa... que curioso la verdad que si!

    Me han dado ganas de estar ahí contigo y compartir al tipo de bigote! Espero que en la segunda parte del relato te vuelvas a encontrar con él ja ja ja

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    Respuestas
    1. Pues, aunque no me guste adelantar acontecimientos, he de decirte que el bigotes no vuelve.
      Supongo que llevaría mucho rato en la sauna, o cuanto menos tenía ganas de descargar e irse, así que cuando me vió, pensó que era su oportunidad.
      Digo yo.

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    2. Vaya... yo que me había imaginado a Tom Selleck en todo su esplendor... y me había quedado con ganas de más ja ja ja estoy impaciente!

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  2. Pues qué rápido se corrió el tío de la súper corrida, debería de llevar tiempo acumulando tanta leche o estaba muy cachondo, una de dos!

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  3. Yo creo que las dos, jajaja... :-D

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