Y al final del camino... ¿El paraíso?

 



El sol, inclemente, caía con toda su rabia en aquellas primeras horas de la tarde de aquel miércoles de principios de Julio.

Dos kilómetros por delante de sol abrasador, en una desolada calle ancha, recta, sin apenas sombras al mediodía y poco acogedora, de tiendas cerradas y negocios abandonados, que siempre se me hace interminable

Pero sabía que al final del camino, que no de la calle, después del infierno encontraría el paraíso, la sauna Apolo Cabaret.

Aunque eso se tendría que demostrar. 

¿Sucedería, por fin, algo interesante que contar?

Era la tercera vez que acudía, aunque la cuarta que lo intentaba. Un año no pude entrar porque estaba cerrada para cuando mi putisemana.

Y nunca me había pasado nada sexual digno de mención. Bueno, ni sexual ni sensual que me llegara a satisfacer mínimamente.

En aquella mi primera visita había poca gente. Entre semana y a hora muy temprana de la tarde, apenas unos momentos en el pequeño jacuzzi.

Y la segunda, mismo horario, entre semana y a primera hora de la tarde, nada de nada. Llegué cansado casi directo de la playa, pues comí previamente antes de ir.

Tras una ducha, me metí en una cabina y me quedé frito, a saber cuanto tiempo.

Me levanté malestar y con el frío del aire acondicionado metido en el cuerpo, sensación de la cual no me pude librar hasta que me fui poco rato después.

En esta ocasión volvía a ser día laboral, pero ya había buscado que coincidiera con el día del cliente, no ya porque fuera más barato, 12 euros, sino porque de buen seguro que habría más posibilidad que hubiera mas gente. También procuré no llegar recién abierta.

Tras pagar el importe de la entrada y llegar al confortable ya sí calorcito del interior pude tener la primera impresión del ambiente.

Tenía claro que esta no dejaba de ser un espejismo, una foto fija de un momento muy concreto, pues cuantas veces he entrado en una sauna y alegrarme de ver mucho trajín en los vestuarios para darme cuenta al poco rato de estar en el local que era la hora del "cambio de turno" en que se va mucha gente, pero ya no entra tanta. O por el contrario, decepcionarme al entrar y encontrarme con un desolador vacío y percatarme al entrar que una mayoría está, o bien deambulando por los pasillos, instalados en las cabinas, perdiéndose en las lascivas penumbras del cuarto oscuro, tomandose algo en el bar del local o disfrutando de las instalaciones como piscina, jacuzzi o saunas.

Y la primera sensación de moderado optimismo, al ver nada más entrar, suficiente gente que sin ser mucha, al menos bien distribuida por los diferentes espacios que se veía en el corto trayecto entre la entrada y las taquillas.

Y con diversidad de edades y aspectos, si bien los tres tipos con los que coincidí en las taquillas eran de toma pan y moja, pero con actitud muy estática.

Dos de pie y uno sentado, pero los tres inclinados sobre sus móviles que iluminaban sus bonitas y jóvenes caras. Detallo aquí que después de mi primera putivuelta de reconocimiento aún estaban en el mismo sitio que les dejé y en la misma posición, y eso que la sauna no es precisamente pequeña.

Bastante más tarde aún quedaba uno. 

Los otros debían de haber encontrado a su cliente, encontrado al chico con el que hubieran quedado o tal vez descubrieron que sería más fácil de encontrar a alguien levantando la cabeza y mirando alrededor.

Del tercero en cuestión pensé que debía ser parte del decorado, pues resultaba ser el más apuesto y cierta pinta de chuloplayas.

Durante mi primera putivuelta pude comprobar que mi primera impresión era la acertada. 

Unos pocos por los pasillos, alguno ya en el bar, otros en la salita de fumadores, alguno en la ducha, en la jacuzzi o en la sauna húmeda, los mencionados de las taquillas y alguno más recién llegado. Otros, paseando por los pasillos, algunos en la zona más oscuras y lujuriosas del local, otros en las cabinas cerradas de glory holes, alguno viendo la pelicula que proyectaban en el minicine, o esperando a puerta abierta en el interior de alguna habitación.

Todo, afortunadamente, con la misma diversidad que mencionaba.

Y como mi actitud era la propicia, algo bueno podría salir de aquella visita a la sauna Apolo Cabaret.

Emocionado como estaba llegué a dar un par de putivueltas de reconocimiento, pero esta vez por las zonas interesadas, para cercionarme de mis primeras impresiones, pero ya tomándome la licencia de llegar a toques y rozamientos. 

Y entre la indiferencia de muchas también capté bastantes miradas curiosas y otras directamente lujuriosas, con destellos de deseos inconfesables.

Cada vez más me convencía que algo interesante podría llegar a pasar.

En una de las putivueltas observé que todas las puertas de las cabinas de los glory holes estaban cerradas, excepto una.

Me detuve frente a ella y desde fuera se podía ver una enhiesta polla asomando por uno de los orificios.
De tamaño perfecto para cualquier uso, se mostraba vigorosa y dura, como pude comprobar al tacto.

Dos cosas tenía claras.
Aquella polla iba a ser mía... y la puerta de la cabina permanecería abierta.

Julio - 2022

(Continuará)



Comentarios

  1. Muchas gracias por tu post. A mí también me ha pasao lo de los chavales y los móviles. Una vez ligué con un crío de estos y después de las folladas me comentó que se conectaba por Grindr a ver si había alguien más dentro del local conectado a la aplicación.

    Yo soy de la vieja escuela, miraditas y tocadas y ahí vamos.

    Un abrazo.

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