Escenas de una tarde en la sauna Condal




Después del susto que tuve y, literalmente huir del local, cuando me encontré con el innombrable en la sauna Bruc no dejé de preguntarme durante días sobre la motivación que le habría llevado allí.
¿Que había podido suceder?

Bien. Sabía, evidentemente no por él, que su relación de media vida había hecho aguas, y que había vuelto a Barcelona. Y ya está.
Pero ese ataque de sociabilidad me desconcertaba. Claro que en veinte años, la gente puede cambiar un poco y evolucionar.
Tal vez simplemente la necesidad de relacionarse de nuevo con la gente y reconstruir un entorno amigable debía influir poderosamente en su descenso al mundo de los mortales.
Que me llegara a explicar el qué, era pura utopía, y conseguir información fiable, también casi imposible.

No obstante, esas cuestiones realmente no me preocupaban.

Lo que realmente me preocupaba,  y me sacaba de mis casillas era la posibilidad que a partir de entonces me lo fuera encontrando por mis penumbras.
Me sentía absolutamente invadido en mi intimidad.
Y eso es algo que, de siempre, he llevado muy mal.

Decidí aquella tarde cambiar unas penumbras por otras.
En vez de ir a la sauna Bruc, decidí acudir a la sauna Condal.
En parte porque temía encontrármelo en la Bruc, pero también entraba en mi costumbre de visitarla, de tanto en tanto .
Cada año, entre finales de mayo y principios de junio suelo pasarme una o dos tardes, y en diciembre, en algún mediodía perdido de medio mes, también me dejo caer una o dos veces.
Iría más a menudo, pero siempre me ha parecido demasiado cara, y no es bueno acostumbrarse.
Luego el bolsillo lo acaba notando.

Si tuviera que contar cronológicamente la tarde, me resultaría bastante complicado y liado ya que resultaría tan fragmentada que, hasta mí que la escribo, me resultaría difícil de entender, y no porque en sí pasara nada raro o extraordinario, pues se pueden resumir en tres escenas, sino porque dos de las escenas fueron  interrumpidas numerosas veces por la constante ausencia-presencia de la Bestia.

La primera escena, aunque en este caso más se podría hablar de escenario, fue la más interrumpida, y fue ocurriendo en la sala del cine.

Allí, en pasillo de entrada o bien ya junto al estrado, me encontré en varias de las ocasiones que entraba y salía con un tío en la trentena, de buenos pezones y melena suelta.
Debía de ser su zona de caza.
No había vez que, al pasar junto a él, al uno o al otro se nos fuera las manos a nuestras respectivas tetillas, y estas disfrutaran cuando menos de unos segundos de placenteros toqueteos o presiones.
Las paradas eran inevitables, y más de uno de los que por allí también pululaban, se detenían tanto para que les dejáramos paso como para mirar o aprovechar a meter mano a pectorales, genitales o nalgas, si bien con más prudencia que con desvergüenza y desparpajo.
Por otra parte, como suele ser lo más habitual. No sé si para bien o para mal.

Vaya! Quien tenemos aquí de rodillas y mamando como no hubiera un mañana ! - temía que fuera a sentir cada vez que tenía el impulso de agacharme para ponerme a disfrutar más apasionadamente de aquel morcillón que pendía ansioso de una boca caliente que lo reavivara.
Y me contenía.
Y con recelo y cautela miraba por el rabillo del ojo cuando notaba de la presencia de un tercero, ya sea por su cercanía o su voluntad de integración en la escena.
Miraba más de quién era esa mano, en vez de, simplemente disfrutar de su tacto o miraba de quién era ese aliento en la nuca, en vez de gozar de esa sensación  que me erizaba el vello.
Estaba constantemente más en alerta que en dejarme perder en los sentidos.

La ausencia presente de la Bestia ahogaba mis instintos.
Y mi ya, de por si, limitada espontaneidad.

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La segunda escena fue sucediendo también en varios tiempos en el cuarto de juegos, en el rincón pasado el bar, donde hay la mazmorra, el sling y ya digo desde aquí que demasiado alto, y la cruz de San Andrés.
Allí, la primera vez de aquella tarde que me acerqué había "atado"de cara a la cruz un hermoso ejemplar de esclavo con una capucha de cuero en su cabeza que solo dejaba al descubierto su boca.
- Lo justo y suficiente, pensé.
Bueno, a mi se me antojó que era hermoso, no tanto por su delgado y lampiño cuerpo de edad indefinida, sino sobretodo la estampa de sumisión y entrega que ofrecía, ya fuera porque algún eventual Amo lo hubiera dejado allí aparcado para el disfrute de terceros, o ya fuera por iniciativa propia.
Lo miré, me acerqué, le acaricie suavemente el culillo, me acerqué a su nuca y junto a su oído le susurre... Que envidia me das, cabrón!.
No me quedé más tiempo, pues no despertaba instintos dominantes sobre mí, así que solidariamente dejé espacio para que otro pudiera acercarse y usarlo.
Seguro que ambos lo agradecerían.

Un poco más tarde, en una de esas "huidas" del minicine, me acerqué de nuevo a ver si aún estaba.
Así era, pero esta vez, si bien seguía junto a la cruz, permanecía de rodillas con las manos en la espalda, en espera.
En esta ocasión, y sabiendo que es duro esperar y esperar, sobretodo si uno pone morbo por su parte y no consigue llamar la atención y la participación de terceros, opté por dejarle mi rabo para mamar, marcándole el ritmo con las manos, que aceptó de muy buen grado.
Al menos nos entreteníamos los dos.

Curiosamente me sentía más seguro ahí, tal vez porque no veía a la Bestia en una ambientación de barrotes, sling, cadenas y cruces. Siempre me había parecido que le iba más lo 'vainilla'.

Ya cuando un par de tíos se mostraron también dispuestos a alimentar con sus respectivas pollas al sumiso, fue cuando cambié de escenario.
Lo dejaba en buenas pollas.

La última vez que volví estaba dándole de mamar con bastante contundencia un tío dominante.
Se la metía bien por la garganta, sin muchos miramientos, agarrándole por la nuca y clavándose hasta el fondo.
Cuando le soltaba era para darle alguna que otra bofetada en la cara, para calentarlo bien en todos los sentidos.
Después de cada una de ellas, el sumiso se aplicaba con más esmero-
- Quieres follarte su puta boca? - me preguntó el dominante al ver que me paraba junto a ellos un rato para admirar la escena.
- No, tranquilo. Tú sigue - contesté, rechazando amablemente la invitación.
Sigue mirando durante un rato.

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La tercera escena de aquella tarde ocurrió básicamente en dos partes.

En algunas de las salidas del minicine y de la sala de juegos bdsm me metía en el cuarto oscuro con su pequeño laberinto formado por varios separadores que hacían un recorrido en ese, con un minicuarto en uno de sus recodos, y otro cuarto, al final del mismo.

Cabe decir que aquella tarde, no había mucha gente en sauna, por lo que mis recorridos se limitaban casi exclusivamente al tramo que iba de la sala de juegos, minicine y cuarto oscuro. Un recorrido corto, en la misma planta. Me condicionaba pensar que pasearme por el resto de la sauna era perder el tiempo, pero también que, de aquella manera, estaba menos expuesto a encontrarme con la Bestia, en el supuesto que estuviera.

Así, cada vez que me metía en el cuarto oscuro, prácticamente no encontraba a nadie. Tal vez salía uno, o tal vez entrara uno, pero al darse cuenta de la vacuidad del rincón, optaba por salir.

Solo en una de las incursiones noté al cabo de unos segundos de una presencia.
No sabía si previamente ya estaba allí o había entrado detrás mío.
Era un tipo alto, buen cuerpo al tacto, no se me antojaba muy mayor, aunque tampoco jovencito, dotado de un buen pollón y ganas de jugueteo.

-¡Mira que bien! - pensé - al final voy a tener una recompensa a la tenacidad.

Así que comenzamos con un toqueteo y enseguida le urgió que me bajara a comerle el rabo.
Aquí no tuve miramientos paranoicos. Fijo que nadie me veía, así que aproveché para resarcirme de mis contenidos instintos anteriores.
No sé si fue por el entusiasmo puesto en la mamada o que el otro ya venía con esas intenciones que, tras palparme brevemente el culillo, solicitó el querer follárselo.
Me puse sobre la cama con el mismo dispuesto, mientras oía como rasgaba la funda de protección de un preservativo.
Con un poco de lubricante que llevaba, le facilité la operación follada.

Duró lo que duró hasta que nos dimos por satisfechos.
Ni un ruido extraño y ajeno se oyó en todo el rato.
Nadie había entrado, y si tal vez sigilosamente alguien lo hubiera hecho, ni participó ni se hizo notar.

Un rato impreciso más tarde, poco antes de tomar la decisión de marcharme, me topé casi de morros con un viejo conocido del sex shop Erotixx y de alguna ocasión también en la condal, Tomás.

- ¿Qué tal? - Nos saludamos.

Y tras unas breves palabras, me invitó a entrar en una cabina.
No estaba muy convencido de querer hacerlo, ya que después de la follada anterior con el desconocido del cuarto oscuro, no me apetecía mucha más historias.
Y sabía que si entraba, saldría follado. Y el muchacho tenía un buen aparato.
Pero entré.

-¿Tienes popper?- me preguntó apenas se estiró sobre la camilla y yo comenzaba a mamarle.
Su pregunta no me sorprendió en absoluto. Junto con la de ¿Sigues con el blog?, suele ser de las primeras que me hace cada vez que nos encontramos.
-No. Hace mucho que no uso - le contesté.
-¿ Pero antes usabas, no?- prosiguió.
Puntualmente. Cuando nos conocimos había dado la casualidad que hacía poco que había comprado. Y luego me dura mucho tiempo. Si a veces pruebo, es porque alguien me ofrece, no porque yo tenga - le contesté extensamente.
-¿Hace mucho que has llegado?.Yo ya llevo un buen rato y no te había visto por aquí.- le pregunté, mientras continuaba comiéndole el rabo.
- No, no mucho. - contestó - el tiempo justo de meterme en el cuarto oscuro y follarme a un tío.
-¿No serías tú? - preguntó cuando interrumpí la mamada y le miré sonriendo.
¿Quién sabe? - contesté - dejándole con la incógnita.

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No podría considerar aquella tarde como fantástica, ni especialmente memorable. Ni mucho menos.
Pasaron cosillas diversas, pero todas un poco a medio gas, siempre con cierto temor a ser sorprendido por quien no quería encontrarme.
En los dos meses precedentes había tenido muy buenas experiencias, no todas contadas en el blog porque no llegué a escribir borrador alguno. Se me acumulaba la faena, como comentaba en un post anterior.
Pero recordaría especialmente esa tarde porque fue la última que entraría en aquel cuarto oscuro y en aquel minicine, pues la sauna sufrió un cambio espectacular, cosa que descubriría, eso sí, un año más tarde, que fue lo que tardé en volver a visitarla.

Y a Tomás lo encontraría meses más tarde, y en diversas ocasiones, en la sauna Bruc, pero en la cual no hicimos más que saludarnos cuando nos veíamos.

(Diciembre 2018)






Comentarios

  1. Qué bien, Perro. Me alegro de ver que has escrito una nueva historia. Espero que sigas bien y con los ánimos lo mejor posible.
    Espero también que esa fase de temor a encuentros no deseados durase poco tiempo.
    Sigue cuidándote. Un abrazo muy fuerte.

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    1. Hola Sergi.
      Pues aquí vamos. De salud bien, pero lo ánimos a medio gas.
      Los temores acabaron remitiendo con el paso de las semanas, para luego desaparecer, afortunadamente ;-)
      Gracias por comentar. Espero que tú también estés bien.
      Un besote

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  2. Hola Perro, me alegra tener la oportunidad en estos días de tanta calma de volver a contactar por aquí.
    Efectivamente la Sauna Condal dió un vuelco y ahora la sala de juegos está más arriba, como ya habrás visto.
    Lo sé porque he ido una vez un miércoles por la mañana, por el tema del precio exorbitante que tú también comentas, pero aunque era más barato de lo habitual no había casi nadie y tampoco no pude hacer nada porque varios lugares de la sauna estaban en obras haciendo bastante incómoda la estancia y el tránsito. Ahora he visto que anuncian un precio aún más rebajado por las mañanas, supongo que para recuperar clientes desertores de los que solamente la sauna tiene la causa. Ojalá les vaya nien, aunque a mí no creo que me vean más, demasiados agravios acumulados.
    De todos modos, me ha encantado saber que alguien haya usado alguna de las cruces de San Andrés. Empezaba a pensar que nadie sabía para qué servían, no de ahora, sino de muchas otras ocasiones anteriores en las que podía ir por la tarde/noche y aún así, con tanta concurrencia y movimiento en esa sala de juegos nunca había visto usarlas a nadie, salvo una vez que yo mismo llevé a uno. Con los años me he adentrado en más experiencias y ahora quizá me gustaría que alguien me pusiera en una de ellas, pero a estas alturas ya no creo que suceda. Quizá si pusieran una en la sauna Bruc ... donde doy por supuesto que sabes que hay una tarima movible frente al sling, con lo que se solventa el problema de la altura que mencionas en la Condal, para quien lo necesite.
    ¡Qué decir del relato! De altos estándares, como siempre, y dejándonos, también como siempre, con ganas de leer más y, por lo que a mí respecta, con sana envidia de que a mí no me sucedan tantas cosas y, por lo general, tan buenas y sabrosas.
    Espero que estés pasando lo mejor posible esta temporada y que no te desboques demasiado cuando vuelvan a abrir las saunas.

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    1. A la "nueva" Condal fui el pasado diciembre, justo al año de este relato, un mediodia entre semana. Solo habian seis personas y lo único que me comí fue un bocata de jamón. Ya haré un post en su momento ;-)
      Tienes razón, con la cantidad de juego que dan las cruces, los barrotes, el propio sling, y el poco provecho que se le saca.
      Claro que sé de la tarima movible. Siempre la coloco bien puesta para facilitar el trabajo a los posibles penetradores, jajaja.
      De salud estoy bien. De ánimos, a varios niveles, no tanto. La cuarentena no la lleva mal, y la abstinencia forzada también la llevo bien. Cada año paso alguna temporada, de un mes, o dos, o poco más, sin hacer nada en especial, así que esta, aunque no voluntaria, la llevo bien.
      Aunque cuando salga, ya veremos :-D
      Muchas gracias por comentar.
      Un besote.

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  3. Saludos, Perro. No sabía que habías estado en cuarentena por posible contacto. Espero que estés bien, chulo. Bueno y largo el relato. Yo en la Condal he estado una vez hace algo más de un año y me gustó, tiene más clientela de mi edad, entre 40 y 50, que la Bruc, aunque olía fatal en todas partes (las saunas llegaban a marear, en la húmeda no durabas ni diez segundos), no es tan higiénica. La Bruc está mucho mejor en ese aspecto. Por cierto, ¿me dejas que use la frase "lo dejaba en buenas pollas"?. Es geniaaaaaal!! Qué grande! :-)

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    1. Si. Un par de dias antes del confinamiento general, me mandaron para casa por un posible contagio de un compañero. Tardaron muchos dias en hacerle las pruebas que dieron positivo y que acabo pasando por la UCI. Por fortuna, ninguno del resto pillo nada. O al menos, nadie tuvo sintomas. Igual lo hemos pasado y no nos hemos enterado.
      Si, la media de edad de la Condal es ligeramente inferior a la de la Bruc, en general, y tienes razón, al menos el año pasado, en la sauna de vapor era imposible entrar del mal olor que desprendía.
      La frase, claro que puedes usarla, jeje ;-)
      Gracias por comentar.

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  4. Me alegro que vuelvas a escribir, eso es que estas mejor (o eso deseo).

    Lamento que se dia estubiese en innombrable, seguramente hubieses estado a mas gas que a medio.

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    1. No estaba, o no me lo encontré. Esa era la incertidumbre y temor que me impedía ser yo mismo.
      No sé si estoy mejor, pero peor respecto a hace un mes seguro que no. Ya es algo ;-)
      Gracias por comentar.

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  5. ¡ay la Condal! Yo tengo mis recuerdos de allí. Nostalgia.
    Gracias por el post.

    XOXO

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    1. De nada, guapo.
      Y gracias a tí por seguir leyendo y comentar.
      Hoy casi no reconocerías la sauna.

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